ESPERAR CONTRA TODA ESPERANZA
Algunas reflexiones sobre la Resignación Infinita y la Fe
en Temor y Temblor de Søren Kierkegaard.
Por Héctor Fenoglio
(borrador inconcluso inédito)
PRESENTACION:
En Temor y Temblor, al comienzo del “Panegírico de Abraham”, se lee:
«Si no existiera una conciencia eterna en el hombre, si como fundamento de todas las cosas se encontrase sólo una fuerza salvaje y desenfrenada que retorciéndose en oscuras pasiones generase todo, tanto lo grandioso como lo insignificante, si un abismo sin fondo, imposible de colmar, se ocultase detrás de todo, ¿qué otra cosa podría ser la existencia sino desesperación? Y si así fuera, si no existiera un vínculo sagrado que mantuviera la unión de la humanidad, si las generaciones se sucediesen unas a otras del mismo modo que renueva el bosque sus hojas, si una generación continuase a la otra del mismo modo que de árbol a árbol continúa un pájaro el canto de otro, si las generaciones pasaran por este mundo como las naves pasan por el mar, como el huracán atraviesa el desierto: actos inconscientes y estériles; si un eterno olvido siempre voraz hiciese presa en todo y no existiese poder capaz de arrancarle el botín, ¡cuán vacía y desconsolada no sería la existencia! Pero no es este el caso, y Dios que creo al hombre y a la mujer, modeló también…»
Primera cuestión, ¿quién habla aquí: Søren Kierkegaard o Johanes de Silentio? Como sabemos, Temor y Temblor fue escrito y publicado bajo éste seudónimo —diferente, además, de los muchos utilizados por Kierkegaard, lo que hace suponer aquí un señalamiento puntual en su elección—, por lo que deberíamos concluir que quien nos habla no es Kierkegaard sino Johanes de Silentio. Desde aquí se pueden hacer dos observaciones. Una, que cada seudónimo es utilizado para “entonar” y desplegar un punto de vista determinado, diferente al del mismo Kierkegaard. La otra, que por sus declaraciones textuales sabemos que el narrador de Temor y Temblor, Johanes de Silentio, no es un hombre de fe o, por lo menos, es uno que explícitamente se declara incapaz de realizar el movimiento de la fe: CITA “yo puedo realizar el movimiento de la infinita resignación, pero el de la fe…, no puedo”
Segunda cuestión: el fragmento citado, ¿es un discurso ejemplar pronunciado desde la fe o desde la resignación infinita? Si optamos por la fe, estamos afirmando que el dispositivo de escritura “seudónimo”: o bien es pura superchería o bien es un juego un tanto laxo al que no se le debe exigir ser llevado hasta las últimas consecuencias; si, en cambio, optamos por la resignación infinita, por lo menos tenemos que preguntarnos (y también, ¿por qué no?, intentar responder) que hacen allí o cómo se deben entender palabra tales como «Dios», dado que la resignación infinita es un movimiento pura y totalmente “filosófico”, es decir, nada más y nada menos que humano.
Caben, por cierto, otras alternativas, como, por ejemplo, suponer que Kierkegaard era mucho más juguetón de lo que pensamos y, a la vez, mucho más exigente y estricto, dejándonos a nosotros la tarea de decidir dónde habla él y dónde tal o cual seudónimo, arrebatándonos la posibilidad de poseer rápidamente un procedimiento de elección tan fácil y sencillo como: “toda frase de cualquier libro firmado con seudónimo no es mi palabra; toda frase de cualquier libro firmado con mi nombre, es mi palabra”. Nada más alejado y contrario a quien amó y cultivó tan preciosamente la «comunicación indirecta».
Que sea nuestra tarea decidir quién habla y qué dice en cada ocasión, no es una invitación a la arbitrariedad ni una apelación al gusto de cada uno; por el contrario, es una convocatoria y hasta una requisitoria a que cada uno se haga cargo de lo que tiene y debe entender de cada una de sus palabras.
1.- INTRODUCCION A MODO DE ADVERTENCIA: La virtud no es la fe.
La regulación de la vida humana bascula entre dos instancias que se le presentan al hombre con meridiana claridad y fuerza irresistible. Por un lado, la constante atracción de los intereses egoístas (EL PARTICULAR), por el otro, la constante obligación de no sólo respetar sino de coincidir con las leyes ético-morales válidas para todos (LO GENERAL). Cada vez que el particular cede a sus intereses egoístas transgrede la ley general, y sólo reconociéndolo puede volver a reconciliarse con lo general.
Sin embargo la historia de Abraham (y, en consecuencia, el misterio de la fe) plantea un enigma irresoluble a este esquema: O Abraham es un asesino o su acto Particular es inconcebible desde y para la moral general.
2.- «TODO ESTA PERDIDO YA»: La diferencia entre el «héroe trágico» y el «caballero de la resignación infinita».
El héroe trágico en realidad no quiere realizar el sacrificio; si fuera por él, evitaría con todo gusto empuñar el cuchillo: «En el caso de que yo (en calidad de héroe trágico, pues no puedo elevarme a alturas mayores) hubiera sido invitado a emprender un viaje tan extraordinario como el del monte Moriah, sé muy bien lo que hubiera hecho. Desde luego no habría sido tan cobarde como para quedarme en casa, ni me habría ido demorando por el camino, ni tampoco habría olvidado el cuchillo, con el fin de perder un poco más de tiempo; estoy bastante seguro de que me habría encontrado en aquel lugar a la hora fijada y con todos los preparativos concluidos…, incluso es posible que hubiera llegado antes de tiempo para poder así abreviar en lo posible la consumación. Pero también sé qué otras cosas habría hecho: en el mismo momento de colocarme en lo alto del caballo me habría dicho a mí mismo: todo está perdido ahora; Dios me exige a Isaac y he de sacrificárselo, pero con el sacrifico también toda mi alegría… Y, sin embargo, mi inaudita resignación sólo sería un sucedáneo de la fe. Que yo estuviera decidido a hacer el movimiento, sería testimonio de mi valor…» (95)
El héroe trágico no es un cobarde; al contrario, se plantará digno y decidido ante su tarea, y la cumplirá sin demora. Sin embargo se dirá: “lo hago, pero en realidad no quiero hacerla; pero tampoco todo está perdido, sacrifico a mi hija a cambio de mi ciudad, pierdo a mi hija pero gano mi ciudad. Cambio un dolor por una alegría”.
Esto, más que resignación, es un empate.
Sin embargo, esto todavía no es el movimiento de la resignación infinita. El caballero de la resignación infinita, al revés del héroe trágico, no realiza el sacrificio porque no haya más alternativa o remedio, ni hace una renuncia a cambio de una ganancia o un favor. No; el caballero de la resignación infinita realiza y alcanza una resignación realmente infinita, es decir, se da cuenta de que no hay ningún sacrificio (entendido como intercambio o negocio), que no hay ningún afán humano, que no hay NADA que podamos hacer los hombres que pueda arreglar este mundo (por supuesto que podemos arreglar esta puerta rota, o esta muela cariada, incluso la pobreza de la ciudad; pero no estamos hablando de eso). Entiende, además, que si no realiza una resignación realmente infinita, siempre seguirá tentado de aplicar algún nuevo o viejo remedio por siempre inadecuado para arreglar el mundo, y que justamente eso es lo que, a la corta o a la larga, en esencia es lo que lleva a la perdición, tanto del mundo como de aquel que intenta arreglarlo.
Resignación infinita significa justamente eso: entender y aceptar que todo esta perdido, que nada tiene arreglo; y que lo mejor que uno puede hacer es no hacer nada para remediarlo, porque de esa forma lo vamos a empeorar.
3.- «SOLO QUIEN EMPUÑA EL CUCHILLO CONSERVA A ISAAC»:
Pareciera que la resignación infinita, entonces, sólo puede acarrearnos una tristeza infinita. Es cierto: acarrea una tristeza infinita; pero no sólo eso, también trae una resignación infinita que provee alivio, paz y reconciliación infinita: la renuncia y distanciamiento de una lucha y de una lógica realmente sin salida, aunque no provea una salida positiva, al menos nos ofrece la salida de esa situación sin salida.
«En el mundo del espíritu es válido el proverbio de que sólo quien trabaja come; sólo quien conoció angustias reposa; sólo quien desciende a los infiernos salva a la persona amada, y sólo quien empuña el cuchillo conserva a Isaac» (84)
«En la resignación infinita hay paz y reposo; cualquier persona que lo desee, y que no se haya degradado hasta el extremo de despreciarse a sí misma (lo que es aún más peligroso que el orgullo excesivo), puede aprender a realizar ese movimiento, que, en el dolor que comporta, reconcilia con la existencia. (109)
«La resignación infinita trae consigo paz, reposo y alivio del dolor [consuelo en el dolor], a condición de que el movimiento haya sucedido normalmente. (110)
«La resignación infinita es el último estadio que precede a la fe, de modo que quien no haya realizado ese movimiento no alcanzará la fe. Sólo en la resignación infinita me descubro en mi valor eterno: sólo entonces, en virtud de la fe, podré tratar de hacerme con la existencia de este mundo. (110)
4.- «EL DOBLE MOVIMIENTO QUE SE PRODUCE EN EL ALMA DE ABRAHAM»:
La resignación infinita es condición necesaria de la Fe, pero no alcanza a ser condición suficiente. El absurdo es la otra condición (necesaria), siempre y cuando antes se haya dado la resignación infinita.
«Si Abraham se hubiera limitado a renunciar a Isaac y no hubiera hecho nada más, habría dicho una mentira, porque sabe muy bien que Dios reclama a Isaac como víctima, y sabe también que, desde ese mismo instante, está dispuesto a sacrificárselo. En consecuencia —y después de haber llevado a cabo este movimiento [el de la RI]—, cumple inmediatamente el siguiente: ha hecho el movimiento de la fe en virtud del absurdo» (204)
5.- «ESPERAR CONTRA TODA ESPERANZA». San Pablo, Romanos.