CONTRA LA IGUALDAD
Por Héctor Fenoglio[1]
Nadie duda del genio musical de Charly García, pero con sus declaraciones la cosa cambia: o bien son tomadas con condescendencia benevolente o directamente son condenadas con un displicente “está loco”. Sin embargo, afirmar que Charly García es un pensador no es un despropósito: tanto en su música, en las letras de sus canciones como en sus declaraciones se manifiesta un pensamiento que asombra por su lucidez y poder.
En marzo del 2000 una noticia recorrió el mundo: Charly había saltado desde un noveno piso de un hotel en Mendoza pero había salido ileso: se había tirado a una pileta que estaba justo abajo del balcón. Lo hizo, dijo, porque la policía le impedía salir de la habitación. «¿Ven que puedo?», dicen que dijo sonriente al salir de la piscina. Había ido a tocar a Mendoza contratado por el gobierno de De la Rua o algo así. En un boliche una mina le pidió un autógrafo y como él no se lo quiso dar ella reaccionó mal y se armó un pequeño quilombo. La mina lo denunció y le inició juicio. Fue entonces que la policía lo cercó en aquel famoso hotel y en respuesta él se tiró a la pileta.
«Nada nuevo —dijo—, yo siempre me tiré a la pileta por lo que pensé».
El 4 de octubre de 2002, un año y medio después de aquellos sucesos, Charly fue absuelto por la justicia de todos los cargos iniciados por aquellos sucesos. Las crónicas periodísticas dicen que en el juicio —realizado también en Mendoza— el genio inmortal se mostró descontraído y jocoso. Pero las imágenes de TV lo muestran con una cara que más bien dice: “¿Y qué carajo hago yo acá?”.
El jueves 10 de octubre de 2002 salió a los kioskos el Nº18 de Parte de Guerra. De pura casualidad —lo juramos— en la tapa pusimos una foto de Charly García diciendo “NO SOMOS TODOS IGUALES”. Y el martes 15 de octubre del 2002 recibimos la siguiente carta de un lector:
«Estimada gente de Parte de Guerra:
«Cuando ví a Charly en la tapa de la última Parte de Guerra con el título “No somos todos iguales”, inmediatamente reviví la tremenda incomodidad que me produjeron esas mismas palabras cuando las leí por primera vez en un reportaje a Charly que Página 12 publicó el 22 de enero del 2001. En ese reportaje Charly directamente dice: “No jodamos más: no todos somos todos iguales: yo soy di-fe-ren-te”, como queriendo decir que él es más que todos nosotros. A pesar de ser un fan de Charly, no puedo menos que condenar estas afirmaciones por elitistas y reaccionarias puesto que, aún cuando uno lo admire musicalmente, sus palabras niegan la igualdad entre los hombres, ese derecho inalienable conquistado para siempre por la Revolución Francesa y que representa, mucho más que cualquier avacance tecnológico, el mayor logro alcanzado hasta el momento por el progreso humano.»
¿Qué cosas dijo Charly García en aquel reportaje? A continuación transcribimos las partes directamente relacionados con esta discusión del citado reportaje aparecido en Página 12:
—Cuando hace un reclamo político, ¿a quién se lo hace?
—«Yo le estoy reclamando al país, mono. Ya tengo edad, soy papá, viste. Y en el fondo yo soy un reventado que jamás en su vida pensó estar al lado del presidente, ni mucho menos estar al lado del presidente Menem. Yo simplemente lo que hice en mi vida fue recorrer algunos barrios, que la gente tenga el pelo más largo, que se pueda fumar acá y allá y que los hijos se parezcan a mí ¿ok? Como no quiero ser un resentido más, en vez de pedir cosas para la fundación mongo digo que estoy cansado de que se diga que estoy loco o que me falta un diente para, digamos, sacarme los cimientos y atacarme simplemente porque no tengo un contador. Son todos unos hijos de puta. Yo leo los diarios. Si todos me dicen genio, fenómeno, maestro…bueno, a un genio no se lo trata así. Yo soy di-fe-ren-te que los demás. Si soy un genio, me lo dicen ahora, me hacen un monumento y chau. Pero no discutamos que somos todos iguales porque no es así.
—Está obsesionado con el tema de diferentes e iguales.
—«El tipo del hotel de Mendoza me dijo: “somos todos iguales”. ¿Iguales qué? ¡Tu hermana! Todos iguales un carajo. Yo no creo en eso y soy la prueba viviente de que no somos todos iguales. Hay gente que es peor y hay gente que es mejor. Hay gente que estudia más y gente burra. Hay gente buena y gente mala. Para mi los peores son ellos, los políticos, envidiosos y mediocres de mierda. Vinchucas de la ignorancia…Porque es más fácil para el mediocre bajar al que se destaca. Es la dictadura del anonimato. ¿Vos sabés lo que es un gabinete? Siete personas tratando de dibujar un elefante y sale un perro. Creen que ser más es mejor. No somos todos iguales, déjense de joder con eso. ¿Es lo mismo un tipo de la villa que el que está en el Empire State? Cuando vos estás en los tribunales te das cuenta de que deciden el destino de la gente como si fueran pizza. Yo estoy en los libros de historia. A los niños le enseñan con eso. Los niños y las niñas me adoran. Pero siempre hay un tipo que te tira un tiro ¿ok?
—¿Qué reclama?
—«Reclamo que no se aprovechen de mi nobleza. Me tratan de poner nervioso diciendo que somos todos iguales ante la ley. Me tuve que tirar a la pileta de un piso 9º para que vean que no somos todos iguales ante la ley ¿ok? Yo le recuerdo que el Billiken ya lo leí. Y además lo están diciendo para hacerme sentir mal. ¿Vos ves cómo la llevan ahora a Mercedes Sosa de un lado para el otro? ¿Estamos locos o qué? Ella era comunista y se tuvo que ir del país. Y yo más o menos. Y no estaría mal que me vaya. Cualquier día me agarra la loca y chau: no me tengo que preocupar más de la DGI y una serie de imbéciles que trepan fama».
Ante estas palabras de Charly nuestro estimado lector se escandaliza porque el reclamo de García contradice sus ideales de progreso, igualdad y libertad. Ser progresista significa creer en una gran idea, creer en que una especie de fuerza impersonal se impone y manifiesta en la historia de la humanidad, donde la moral, las ideas, la ciencia, etc., se desarrollan y evolucionan constantemente en un camino ascendente, por el que se avanza y mejora. Un progresista, por ejemplo, nos trata de convencer de que antes nos movilizábamos a pié o a caballo, ahora andamos en autos y aviones: esto es progreso técnico-industrial; en la antigüedad o en la edad media el promedio de vida era de 30 años, ahora es de 70: esto es avance médico-social; antes se creía que la tierra era plana y el sol giraba a su alrededor, ahora en cambio sabemos que la tierra es un planeta casi esférico que gira alrededor del sol: esto es progreso científico; antes se aceptaba, incluso por eminencias como Aristóteles, que había hombres que nacían libres y otros que nacían esclavos, ahora, en cambio, todos los hombres ya nacen libres: esto es progreso ético-social; antes éramos gobernados por reyes o señores, hoy, en cambio, es el pueblo quien elige a sus gobernantes: esto es progreso político. Antes había esclavos o siervos de la gleba, ahora todos somos hombres y mujeres libres e iguales ante la ley: esto es un verdadero progreso político-social.
Junto a esta idea de progreso generalmente van asociados los ideales llamados “liberales” expresados en las formulas “todo hombre es libre, autónomo e independiente”, a la vez que “todos somos iguales ante la ley”. Y aquí el progresista nos hace la siguiente aclaración: «Si bien “formalmente” todos somos iguales ante la ley, también es cierto que realmente no lo somos. Sabemos que el poderoso, el adinerado, puede contratar los mejores abogados y siempre zafar de la mano de la ley. Los únicos que van presos son los ladrones de gallinas; los ladrones de guante blanco, en cambio, siempre quedan libres y son personas honorables: Moneta, los hermanos Rhom, etc. Estas desigualdades son los defectos de nuestra sociedad y ante ellas sí podemos afirmar “no somos todos iguales”; hay que denunciarlas y seguir luchando para que algún día todos seamos tanto “formal” como “realmente” iguales ante la ley.»
Sin embargo, cuando Charly dice “no somos todos iguales” no está denunciando esta “falta de igualdad” sino que está hablando de un asunto muy pero muy diferente: «El tipo del hotel de Mendoza me dijo: “somos todos iguales”. ¿Iguales qué? ¡Tu hermana! Todos iguales un carajo. Yo no creo en eso y soy la prueba viviente de que no somos todos iguales». Lo que Charly grita es que hoy, junto al principio de que todos somos iguales ante la ley, ha crecido monstruosamente otro bicho que se terminó comiendo al primero y que directamente reclama que “TODOS SOMOS IGUALES”, en el sentido de que cualquiera es “igual” a Charly García, y que si le pide un autógrafo, él estaría obligado a dárselo porque “todos somos iguales”, y Charly no es ni debe creerse más que los otros. Y lo mismo pasa en otras innumerables situaciones; por ejemplo, cuando un hijo se siente con “el derecho” de discutirle al padre porque “todos somos iguales”. No puede estar más claro que padre e hijo no sólo “no son iguales”, sino que tanto esa relación, como el hecho de ser padre y ser hijo, se fundan en la desigualdad entre uno y otro; y que si se quiere eliminar la asimetría radical y la no conmutabilidad entre uno y otro se termina eliminando la relación padre-hijo.
Los igualitaristas piñón fijo se defienden diciendo que aceptan las diferencias “inevitables” (aunque en verdad no las aceptan, pues si las pudieran evitar lo harían), como por ejemplo, en la capacidad física, la belleza personal, el lugar social de nacimiento, etc. Con esta aclaración creen que zafan del asunto. Pero no. Es importante remarcar que la diferencia a la que nos referimos y tratamos de precisar, como la establecida entre padre e hijo, no es algo meramente dado, en cualquier sentido de “dado”: por la naturaleza, por el azar, etc. Esta diferencia real, la única y verdadera diferencia, es una diferencia no está ya dada sino que es y debe ser introducida al mundo por cada uno que la reconoce. Un aspecto fundamental del ser padre como del ser hijo, es el reconocerse y aceptarse a sí mismo y al otro como tales: sin ese reconocimiento mutuo no existe ni padre ni hijo; es por eso que querer regular esa relación con la paridad “todos somos iguales” es algo que termina por liquidar esa realidad.
La diferencia real no es reducible a mera “desigualdad”, pues el estado o posición de “desigualdad” se refiere y sostiene de la posición de igualdad de la que proviene o a la que se opone; la diferencia real, en cambio, no se refiere ni opone a ninguna igualdad, sino que es una positividad originaria que el ámbito de la “igualdad” o “desigualdad” no cobija. Esta diferencia se establece en muchísimas otras relaciones además de la de padre e hijo; se establece, por ejemplo, en la relación de “liderazgo”. Un líder es una realidad que no se construye a pedir de la voluntad de quienes se sienten partícipes, aunque, como dijimos, la aceptación de ese liderazgo por todos es algo inmanente a su realidad. La existencia de un líder no tiene nada que ver con la realidad democrática: nadie es lider por haber sido elegido sino porque la vida lo reveló así cada cual debió reconocer que las cosas son así, incluido el propio líder. Esto se da tanto en un líder de una banda de rock, como en un equipo de fútbol (¿acaso el liderazgo de Maradona era decidido por elección democrática?), en la vida de un grupo de trabajo o de amigos como en la realidad política.
La diferencia real, entonces, es una realidad cotidiana extremadamente extendida, incluso me animaría a afirmar que es más extendida y más real que la realidad democrática igualitarista. Sin embargo, la ideología “liberal” hoy dominante no sólo se obstina en desconocerla sino que constantemente busca descalificarla por “autoritaria”; y lo que realmente desea, se de cuenta de ello o no, es exterminarla de la faz de la tierra.
Pero sólo una mente muy estrecha puede confundir esta diferencia real o desigualdad radical con “autoritarismo”. Se puede comprender que, desde el punto de vista de que “todos somos iguales”, a un diferente real que se asume como tal un “igual” lo vea como “dominante” y tema la posibilidad de que se transforme en un déspota.
Visto con los ojos de “todos somos iguales” resulta lógico temer que cualquiera en posición “dominante” (así siente un “igual” a un “diferente” asumido) se transforme en un déspota. Y esto por una sencilla razón: la posición de “todos somos iguales” si no lo sostiene de manera efectiva al menos no ha eliminado definitivamente el deseo de ser un déspota, y parte de su ser está en constante sofocamiento de tales deseos, que abriga tanto en sí mismo como supone en los otros, realidad expresada en la necesidad constante de recordar que “mis derechos terminan donde comienzan los derechos del otro”.
Por el contrario, la desigualdad radical es la única posibilidad de salirnos de esta maldición despótica para tratar de alcanzar una forma de vida más acorde con los dioses. Porque todas las desgracias de la forma de vida hoy hegemónica se funda en el principio de que “el hombre es la medida de todas las cosas”, en ese humanismo estridente e irrespetuoso que degrada toda naturaleza a mera materia prima y, al límite, nos lleva a la misma deshumanización.
No hablo de “dioses” en sentido metafórico o figurado, sino de aquello real que se manifiesta más allá de la voluntad humana, calculadora y depredadora, de aquello que se manifiesta en los sueños y en la necesidad de verdad en nuestras vidas, de aquello que, además, nos habla en palabras.
En el exagrama 61. Chung Fu / La Verdad Interior leemos:
«Por sobre el lago sopla el viento y remueve la superficie del agua. Así se manifiestan efectos visibles de lo invisible. El signo se compone de trazos firmes arriba y abajo, mientras que el centro se halla abierto. Esto señala que el corazón está libre de prejuicios, de modo que está capacitado para acoger la verdad. En cambio, los dos signos parciales contienen en su centro sendos trazos firmes. Esto indica el vigor de la verdad interior manifiesto en sus efectos.
«Las cualidades de los signos son: arriba suavidad, transigencia frente a los inferiores, abajo aceptación regocijada de la obediencia para con los superiores. Tales condiciones crean la base de una confianza mutua que posibilita los éxitos.
«LA IMAGEN
«Por sobre el lago está el viento:
La imagen de la verdad interior.
Así el noble discute los asuntos personales,
con el fin de detener las ejecuciones.
«El viento mueve el agua porque es capaz de penetrar en sus intersticios. Así el noble, cuando debe juzgar faltas cometidas por los hombres, trata de penetrar en su fuero interno con gran comprensión para formarse un concepto caritativo de las circunstancias. Toda la antigua jurisprudencia de los chinos tenía por guía esa idea. La más elevada comprensión, que sabe perdonar, se consideraba como la más alta justicia. Semejante procedimiento judicial no carecía de éxito; pues se procuraba que la impresión moral fuese tan fuerte como para no dar motivos de temer abusos como consecuencia de tal lenidad. Pues ésta no era fruto de la flaqueza, sino de una claridad superior».